Alba de Groria (Castelao)

Miñas donas e meus señores:
Si no abrante deste día poidéramos voar sobor da nosa terra e percorrela en todas direicións, asistiríamos á maravilla dunha mañán única. Dende as planuras de Lugo, inzadas de bidueiros, até as rías de Pontevedra, oureladas de piñeiraes; dende as serras nutricias do Miño e a gorxa montañosa do Sil, até a ponte de Ourense, onde se peitean as augas dentrambos ríos; ou dende os cabos da costa brava da Cruña, onde o mar tece encaixes de Camariñas, até o curuto do monte de Santa Tegra, que vence coa súa sombra os montes de Portugal, por todas partes xurde unha alborada de groria.

18 de octubre de 2010

siempre nos quedará la democracia

La derecha global navega viento en popa y a toda vela por un desconocido mar de turbulencias financieras y tempestades económicas que su excesivo liberalismo y ambición desmedida desencadenó. El poder conservador cabalga enorgullecido sobre la crisis desbocada que asoló a España, Europa y medio mundo, sin duda la más destructiva de nuestra reciente historia democrática. Impregnados del furor radical de los Tea Party americanos o los ultras europeos, los neocom y compañía avanzan por media Europa poniendo en situación de riesgo las conquistas del estado del bienestar alcanzado durante décadas.
Una dura realidad marcada por la ofensiva declarada en toda regla a la socialdemocracia europea, que acusa los duros golpes de esta crisis sobrevenida, tratando de superarla y limitando al máximo la posible fractura social. Gobiernos socialdemócratas ocupados y preocupados por salir de la recesión y evitar lo que podría ser un auténtico cataclismo, caer en una profunda depresión al estilo de la de los años treinta.

Realidad marcada también por un renacer sin precedentes de la derecha más conservadora, de la derecha pura y dura que suma al poder político todos los demás financieros, económicos y por supuesto mediáticos. Sin duda un poder global y total, porque en ese lado de la balanza todo es lo mismo y todo se confunde, porque todo es mercado.

Parece como si ante la inseguridad e incertidumbre originadas por una situación tan calamitosa, la ciudadanía europea acudiera en tromba a refugiarse bajo el paraguas salvador de los que, habiendo sido responsables únicos y subsidiarios de la crisis, ahora se autoproclaman señores de la ley y del orden.

Ya ocurrió hace 80 años, tras la Gran Depresión, cuando millares de alemanes creyeron ver en un aclamado líder y sus promesas populistas una oportunidad engañosa para salir de la crisis. Un gran aparato de propaganda, un derroche de simbología patriótica y también la pasividad cómplice de gentes de negocios, de la prensa, la Judicatura o la Iglesia, consiguieron exacerbar los sentimientos de orgullo ultra-nacional y crear un caldo de cultivo de odios y rencores que posibilitaron el fanatismo, la discriminación y la xenofobia. La incipiente democracia alemana desaparecía por unos años.

Por ello no debería haber lugar para el despiste ideológico ni la apatía política, porque los que verdaderamente han propiciado esta crisis que castiga más a los que menos tienen, socavando sin escrúpulos el estado del bienestar, no pueden salirse de rositas, exitosos y cargados de poder. De ser así muchos seríamos cómplices por no saber distinguir aquello que realmente es necesario hacer en cada momento difícil, de lo que necesariamente tiene que ser prescindible, pero que a la larga garantiza nuestra prosperidad. No están los tiempos para los cantos de sirena, ni para salvadores de la patria.

En nuestro país el Partido Popular camina por la misma senda, cual crisol variopinto de todas las derechas españolas habidas y por haber. Así nostálgicos del franquismo, ultras sin causa aparente, especuladores sin fronteras o xenófobos revenidos son acogidos en el maternal seno de una derecha española inspirada en los principios más radicales del “caudillo Aznar”, que conjuga los postulados neoliberales de Aguirre con los verbos aburguesados de Rajoy, aderezados con moderados toques de Gallardón, donde la modernidad viene de la mano de un renovador Cascos y la progresía la pone Cospedal.

Una derecha que con Rajoy ha roto todas y cada una de las reglas del juego democrático, negándose siempre a cualquier medida para salir de la crisis, acusándonos de todo lo habido y por haber, incluso de complicidad con los terroristas, alentando y jaleando cualquier atisbo de algarabía institucional, descalificando siempre y en todo lugar, también en el exterior, al Gobierno de España, y eso es lo que más les duele, que sean otros “ el Gobierno de España”.

Una derecha popular-populista, que no respeta nada y todo le vale con tal de conseguir el poder. Porque para muchos de ellos se trata simple y llanamente de SU bandera, SU himno, SU desfile, SU ejército, SU patria, SU gobierno, SU gente, en definitiva, se trata de SU propiedad.

Con la caída del muro de Berlín cayó también el comunismo totalitario; hoy con la crisis mundial está en peligro el socialismo democrático, pocos son ya los países europeos, junto a España, gobernados por la izquierda socialdemócrata. Paradojas del destino, los que han creado, alimentado y aprovechado esta crisis brutal e injusta son los que harán caja y reparto de beneficios y al final asaltarán las riendas del poder. Los culpables de hoy son los gobernantes de mañana, salvo que funcione y logre impedirlo el arma más eficaz de una democracia, el arma determinante de los votos depositados en una urna.

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